miércoles, 9 de julio de 2008

¿Quién no ha vivido alguna vez una situación cariño neurótico?


La necesidad neurótica de cariño no es lo mismo que la necesidad de cariño normal.

En primer lugar, es compulsiva, imperiosa, sin espontaneidad ni flexibilidad. El neurótico viene a decir: “Necesito ser amado a toda cosa”, en lugar de: “Deseo ser amado y me agrada serlo”. De esta sobrevaloración del hecho de ser querido, provienen muchas de las consecuencias negativas que arrastra consigo el cariño neurótico. Ocurre que el sujeto aborda el afecto como si de algo realmente trascendental se tratara, como si fuera materialmente imposible sobrevivir sin él.

Cómo consecuencia lógica de lo anterior, se suele dar una incapacidad de quedarse solo, que va desde la ligera inquietud hasta el completo terror a la soledad. Es típica en muchos casos, la “angustia del fin de semana” Se trata de una sensación agobiante de ansiedad y vacío –una vez finalizada la jornada laboral-, ante la posibilidad de que nadie me llame por teléfono, de que nadie se acuerde de invitarme, de que otros se reúnan sin contar conmigo, de que tenga que quedarme solo en casa.

En toda relación afectiva neurótica que se aprecie ha de haber una buena dosis de dependencia. El neurótico no puede prescindir ni alejarse de la persona amada. Esto lo hace agobiante, pegajoso, cargante y esclavizante. De ordinario, el sujeto está dispuesto a pagar cualquier precio con tal de conseguir el afecto del otro, normalmente sin darse cuenta del coste que le está suponiendo el aprecio ajeno. Este coste incluye por lo común, una actitud excesiva de sumisión y dependencia emocional.

Pero toda relación personal donde se produzca sujeción de uno por otro segrega resentimiento. Por lo tanto, la relación afectiva del neurótico está preñada de resentimiento. Lo más desagradable de este resentimiento es que el sujeto no admite que la sujeción ha sido provocada por su propia angustia y supone entonces que le ha sido impuesta por el otro. Esclaviza a su partenaire y a continuación le acusa de esclavizador.

Puede darse una variante en el tema de la sujeción al otro. El neurótico, más tarde o más temprano, puede constatar –no sin razón- que el sometimiento está arruinando su vida. Entonces, en algunos casos, se blinda afectivamente, se niega a establecer lazos afectivos con nadie y huye de todo lo que huela a dependencia. Utiliza descaradamente al otro, pero sin vincularse en absoluto y bajo ningún concepto.

Por otro lado, el cariño neurótico es insaciable. Nunca considera que ha obtenido suficiente.
Esta insaciabilidad es susceptible de convertirse en rasgo de carácter y entonces la persona cae en la voracidad, la codicia, el afán desmedido de acumulación consumista.

Muchos de los coleccionistas de “signos externos de riqueza”, muchos de los voraces comedores de novedades, muchos de los ebrios adoradores del último becerro de oro anunciado en televisión..., sólo están dando salida a su infantil y frustrada necesidad de cariño.

Los celos del neurótico no son unos celos normales. No se trata del temor objetivo de perder el cariño de alguien, sino de unos celos desproporcionados al peligro. Al tratarse de una exigencia desproporcionada de cariño, el miedo a perder ese cariño también es desproporcionado.

“Sólo debes amarme a mí” parece ser el lema del neurótico. Cualquier foco de atención, de interés, de satisfacción personal en la persona amada puede entrar en colisión con ese lema y por tanto desembocar en el conflicto.

El neurótico nunca se siente satisfecho en su actitud celosa y retentiva, en su demanda de amor incondicional. Este amor incondicional exigido por el neurótico tiene, entre otras, las siguientes características: 1) ha de ser un amor exento de límite o reserva; 2) ha de mantenerse vivo pese a cualquier actitud ofensiva del otro; 3) no ha de buscar la menor ventaja o satisfacción propia; 4) ha de expresarse con frecuencia por medio del sacrificio. Ahí queda eso.

Precisamente, la última de las características que podemos adjudicarle al cariño neurótico es la inconsciencia sobre lo exigente que es. Como racionalmente no es defendible su postura –“Tienes que quererme sin esperar nada a cambio”-, el neurótico necesita enmascarar y racionalizar sus motivaciones últimas. Precisa justificar su actitud egoísta, inconfesable justamente por lo egoísta.




Extraído de un libro del Dr. Alfonso López Caballero, “EL ARTE DE NO COMPLICARSE LA VIDA”